Propongo la colocación de más ceniceros en las calles y campañas de sensibilización para evitar que se arrojen las colillas al suelo.
Madrid es un gigantesco cenicero. Sólo hay que echar un vistazo a cualquier acera de cualquier barrio de esta ciudad. Y no digamos si nos fijamos en la entrada de muchos bares y discotecas: ¡parecen plantaciones de colillas!
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