La noche madrileña está amenazada. El monstruo de la luz blanca ha llegado a nuestras calles. ¿Será demasiado tarde para impedirlo?
Parece absurdo que escriba sobre esto, más teniendo en cuenta la cantidad de problemas sociales actuales como la guerra de ucrania, la inflación, la especulación en el mercado de la vivienda…. Pero algo tan tonto como es la iluminación influye de manera determinante en nuestras vidas.
Probablemente los enamorados de las luces blancas, de las luces de quirófano que iluminan sus salones, no entenderán mis palabras. Sin embargo, los amantes de la fotografía, de la arquitectura y de la luz indirecta entre otros podrán llegar a hacerlo: Madrid está comenzando a sustituir las tradicionales farolas de luz cálida de sodio por unas de nueva generación Led.
La enfermedad que ya había contagiado a pequeños pueblos, antes misteriosos al llegar la noche y ahora, con la nueva enfermedad, blanquecinos e insulsos ha llegado a nuestra ciudad. Y tenemos las personas sensibles lanzar un grito de auxilio. Es una pandemia poética.
Podría justificar esta reclamación desde el punto de vista medioambiental, desde que sólo una pequeña parte de la bombilla led es reciclable o enunciar el problema de la contaminación lumínica ya que la luz blanca es la que más afecta a la melatonina en humanos y en animales de vida nocturna, debido a la gran cantidad de radiación en longitudes de onda corta, altera su conducta.
Pero mi reclamación es más poética: las sombras. Sí, las sombras. ¿Cómo explicarlo sin caer en la pedantería? No puedo. Observa las dos imágenes que acompañan este pequeño manifiesto.
Fíjate en la sombra de la primera imagen, una sombra difuminada y tenue.
Fíjate ahora en la segunda sombra, bajo una de esas nuevas farolas. Una sombra dramática, definida, oscura. La sombra es cortante como un cuchillo, hostil. Su fuente de luz te deslumbra y molesta a la vista.
Pesa en el alma caminar bajo la noche acompañada de estas sombras. Pesa que la tecnología aplaste la emoción de la luz tenue, difusa y cálida. Pesa el hacia dónde vamos. Y sirva este texto para revindicar un alto en el camino. No podemos permitirlo.
Inicia sesión para comentar