Aceras limpias, anchas, en buen estado y libres de terrazas

Pasear por una acera ancha, limpia y libre de obstáculos se ha convertido en un lujo en Madrid. Las aceras son de todos los ciudadanos, porque al final todos transitamos por ellas en algún momento. Se hace necesario ampliar las aceras, mantenerlas limpias (de basura, excrementos y orines de animales, folletos publicitarios, etc.) y, sobre todo, conseguir invertir la tendencia creciente en los últimos años de la invasión de las mismas por terrazas y cenadores.Además, se añaden las consecuencias del cambio climático: como no hace frío, las terrazas están instaladas todo el año y, como llueve poco, las aceras están sucísimas.

El hecho de que los establecimientos de hostelería paguen (no sé si todos lo pagan) una tasa al ayuntamiento, siempre deseoso de obtener recursos económicos, no puede justificar la invasión de las aceras en Madrid.

Habría que delimitar claramente la anchura de acera necesaria para que en ella se pudiera instalar una terraza sin molestar a los peatones (les recuerdo que al final todos somos peatones). Habría que establecer un número máximo de terrazas en una acera lo suficientemente ancha. Y sobre todo restringir el número de licencias concedidas. Además, se hace necesario un control de las medidas de esas terrazas, que van extendiendo semana a semana sus mesas como si los peatones no nos diéramos cuenta.También habría que controlar la correspondiente contaminación acústica que se genera.

En conclusión, propongo una restricción en la concesión de licencias para la apertura de terrazas en las aceras, debiendo cumplirse unos estrictos requisitos de superficie, distribución y niveles de ruido. Todo ello ha de ser controlado periódicamente por los correspondientes funcionarios municipales.