Madrid tiene un parque, El Retiro, que a pesar de no hallarse en sus mejores momentos, es envidia de cualquier ciudad. Es sin embargo un parque pequeño para una gran ciudad. Cuenta por eso también, para su oxigenación, con la Casa de Campo y una multitud de pequeños y no tan pequeños parques periféricos, como los de Valdebernardo, donde vivo.
Sin embargo esos parques periféricos distan mucho de tener los cuidados apropiados: árboles desaparecidos y no replantados, árboles mustios, raquíticos, secos, con el tronco abierto; masas de arbustos desaparecidas, zonas de cesped esquilmadas convertidas en eriales. Y la omnipresente basura.
Se planifican parques, pero se plantan pimpollos demasiado pequeños que no llegan a término y no se dota el presupuesto de mantenimiento necesario. Si a ello añadimos la crisis actual, el vandalismo de algunos jóvenes y la indiferencia por el entorno de muchos otros no tan jóvens, el resultado son parques de película de terror.
Esa es la realidad actual que necesita un gran esfuerzo de planificación e inversión (educación y policía ciudadana incluidos) para mejorar esos parques que tanto necesitamos. Espero que las promesas de este gobierno de redistribución de las inversiones en barrios, para disminuir las desigualdades, se conviertan en realidad y con el esfuerzo de todos cambiemos la situación.
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